Salimos desde Figueres en dirección a Roses. El rodar es llano, ágil y de pedaleo redondo. En días de viento es idóneo para practicar la técnica de ir a rueda o a rebufo. Una vez hemos superado el Parque Natural de los Aiguamolls del Empordà, justo a las puertas de Roses se inicia la montaña. Son puertos de baja altura, es cierto, pero ponen a prueba nuestras piernas con un continuo sube y baja. Descendemos a Cadaqués y desde aquí alcanzamos la punta más oriental de Cataluña, el cabo de Creus. Majestuoso y de configuración lunar, su acceso está salpicado de rampas que no permiten coger un ritmo cómodo: es un lugar idóneo para trabajar la explosividad, apurando las relaciones entre piñones y platos. En cambio, la ascensión a Sant Pere de Rodes desde El Port de la Selva es todo lo contrario: continuidad pura en un 7 y un 8 % de desnivel, adecuado para una sesión de entrenamiento de fuerza y resistencia con alternancia de pedaleo sentado y de pie. El mar y la intrincada configuración de la costa se nos muestran en cada curva. El monasterio benedictino de Sant Pere de Rodes vigila, desde lo alto, cada uno de nuestros movimientos. El descenso, merecido y reconfortante, hacia Vilajuïga y Llançà está poblado de olivos en un cosmos de piedra seca.
