GENTE DE AQUÍ

Sus ojos han visto decenas, cientos de plantas sanadoras, quizá por eso siguen brillando. Plàcida Vidal nació hace más de 80 primaveras en La Vall de Bianya, en una familia de payeses que cuidaba vacas, huertos y pastos y que aprovechaba las plantas y los frutos silvestres para curar los males de personas y animales. A raíz de un accidente que le impidió seguir trabajando en la granja, tomó la decisión de dedicarse al oficio de curandera: seleccionar, recolectar y elaborar remedios naturales con plantas. Vivió un tiempo en las montañas de Molló y, después, con su marido, se trasladó a vivir al Empordà. Y aquí sigue, en su casa, en Vilarnadal, el pequeño pueblo del Alt Empordà donde sus manos se han ido arrugando a medida que su sabiduría ha ido creciendo.

Sus conocimientos de las plantas de la montaña y de las hierbas ampurdanesas son ingentes, como lo es su generosidad a la hora de transmitirlos. Reconoce que hay mucha gente que no cree en el poder sanador de la naturaleza, pero las charlas y talleres que durante años ha organizado para hablar de variedades medicinales, explicar sus propiedades y compartir recetas para ayudar a nuestro cuerpo a curarse han sido siempre un éxito.

Guarda infinitos botes de hierbas secas, ungüentos, cremas y aceites que son testimonio de su maestría, una maestría que ha mostrado siempre con modestia a los periodistas que han ido a conocerla. Hemos tenido la suerte de entrar en su taller, de probar una ratafía a base de más de cuarenta hierbas, de pasear por su invernadero y el pequeño huerto donde ha cultivado las plantas que después ha transformado en recetas únicas.  Allí estaban las clásicas, pero también otras nuevas, como la que en su momento elaboró con jiaogulan, una planta procedente de la India que elimina las toxinas del cuerpo y que, según dicen, alarga la vida más allá de los 100 años. Con ella hemos dado paseos inolvidables por campos y bosques y hemos aprendido a ver flores, plantas, hojas y semillas como tesoros que pueden ayudarnos a minimizar pequeños y grandes males. Nos ha explicado, por ejemplo, que el ajenjo espanta a las hormigas, que el azahar es fantástico para los nervios, que la mejorana está indicada para el dolor del oído, que la caléndula ayuda a la circulación, que una hoja de llantén sobre una herida actúa como desinfectante y cicatrizante, que el tomillo también tiene propiedades desinfectantes, que el hipérico, la verbena y el árnica rebajan el dolor, que la ortiga es buena amiga de la memoria,  que el cardo mariano lo es del hígado, que la jara blanca, en tisana, ayuda a combatir la tos, que la bolsa de pastor que se encuentra en los campos contribuye a resolver trastornos de la sangre…

Dice esta mujer de nombre tranquilo, esta alquimista de la naturaleza y aliada de la buena salud, que le habría gustado recopilar toda su experiencia en un libro de divulgación sobre las especies vegetales que nos rodean, un volumen que marcara un antes y un después en la forma de observar la naturaleza. Pero no ha podido ser. Estimada Plàcida Vidal, no ha podido ser… de momento.