En la Costa Brava el turismo pesquero se está convirtiendo en una propuesta cada vez más popular entre los visitantes que buscan nuevas experiencias. ¿Eres un amante de las tradiciones marineras? Te proponemos hacer una inmersión en el mar para conocer sus misterios.
Blanes. Maria Geli i Pilar Planagumà. Arxiu Imatges PTCBG
Del mar al plato
Empezamos esta ruta en Blanes, la puerta de la Costa Brava, donde su puerto pesquero se transforma cada tarde en un escenario vibrante con la llegada de las barcas y el inicio de la subasta de pescado. Participar en esta actividad no solo te acerca a la vida de los pescadores, sino que también ofrece la posibilidad de comprar pescado fresquísimo, recién salido del agua. Una verdadera delicia para los amantes de la cocina marinera.
Palamós. Sherry Ott. Arxiu Imatges PTCBG
Seguimos hacia el norte, haciendo parada en Palamós, que destaca como uno de los centros neurálgicos de la pesca en Cataluña, sobre todo por su famosa «gamba roja». El Museu de la Pesca es una parada obligatoria; no solo aprenderás técnicas de pesca, sino que también podrás reservar una salida en una de las barcas para experimentar en primera persona el día a día de los pescadores y las subastas de pescado para conocer su comercialización. Además, muchos restaurantes locales ofrecen salidas que combinan pesca seguida de una cena donde el plato más atractivo es la captura del día. Si quieres aprender a cocinar el pescado de mil maneras, puedes participar en los talleres de cocina del Espai del Peix, donde se pone en valor aquellas especies más desconocidas por los consumidores o poco valoradas en las lonjas.
Costa Brava. Julien Collet. Arxiu Imatges PTCBG
Finalmente, no podemos olvidarnos de Roses, donde la tradición pesquera convive con un entorno natural espectacular. Puedes hacer una visita para descubrir el arte tradicional de la pesca: desde que los barcos llegan al puerto hasta que la lonja se convierte en todo un escaparate de producto fresco. Además, tienes la oportunidad de probar tu pescado preferido en un restaurante y escuchar los secretos mejor guardados de los cocineros locales. Todo esto, mientras disfrutamos de unas vistas impresionantes de la bahía.
De anchoas y sardinas
Continuamos por l’Escala, famosa por sus anchoas, un producto que ha atravesado fronteras y se ha ganado un lugar de honor en las mejores mesas. Aquí encontramos el Museo de la anchoa y la sal, que organiza cada año media docena de rutas para conocer el patrimonio y el entorno natural de l’Escala y Empúries. También cuenta con la Fiesta de la Sal, todo un homenaje a los oficios marineros y a la canción tradicional. Por otro lado, si quieres ver en directo como se hacen las anchoas, también puedes acercarte a la Fábrica de anchoas Solés, donde hacen visitas guiadas para conocer las instalaciones de salazón de pescado más antiguas de la villa. Es fascinante ver como los pescadores locales mantienen vivas las técnicas heredadas de sus antepasados.
L’Escala. Oscar Rodbag. Arxiu Imatges. PTCBG
Y de las anchoas a las sardinas. La Cofradía de Pescadores de l’Escala está en el puerto y tiene una flota de 15 embarcaciones de cerco y trasmallo. Su producto estrella es la sardina. Tanto es así, que durante los meses de verano las capturas llegan incluso a Andalucía. El puerto de l’Escala también tiene el Centre d’Interpretació del Peix (MARAM) que da a conocer el sector pesquero a través de una exposición permanente y dónde también se realizan otras actividades, como talleres infantiles, show-cookings y almuerzos al más puro estilo marinero.
El turismo pesquero no solo enriquece tu estancia en la Costa Brava, sino que también contribuye a la sostenibilidad y al mantenimiento de las comunidades locales. Es una oportunidad de oro para conectar con la cultura local, disfrutar de productos frescos y, por qué no, aprender habilidades del mundo marinero -que siempre pueden ser útiles-. Si buscas una experiencia local, auténtica y enriquecedora, la Costa Brava te abre la puerta al mar.