La segunda etapa, desde Llançà, recorre la costa y se adentra puntualmente en Francia. Es un paisaje rítmico donde, entre pueblo y pueblo, surge un puerto corto y cómodo: una oportunidad para incidir en el trabajo de cadencia y agilidad en el pedaleo. Pero también las pendientes suaves permiten apurar el plato grande y buscar los límites de un pedaleo más potente. Es así en todos los puertos, excepto en el de Banyuls, donde, entre viñas, las pendientes alcanzan puntas del 20 %. Pedaleando esta vez de espaldas al mar, el interior nos depara aún alguna subida, ya más cómoda. Un breve tramo de tierra en buenas condiciones que atraviesa los lagos de La Jonquera nos permitirá revivir las sensaciones de carreras clásicas como la Strade Bianche y entender los secretos del ciclismo originario. Una vez superadas las pendientes de La Vajol, nos dirigimos a Darnius. Al fondo, la cima del Bassegoda anuncia un cambio de comarca. Es la Alta Garrotxa, con su manto forestal que se pierde más allá de nuestra vista. Nosotros, sin embargo, viramos el rumbo. Nuestra meta está muy cerca. Un rodar ágil, con relaciones largas, nos empuja suavemente de nuevo hacia la llanura ampurdanesa y nuestro destino final, Figueres.
