Periodista y fotógrafa, nací en Alella, pero siempre que puedo me escapo al Pirineo y al Empordà.
Nuestra tierra conserva dulces tradiciones que han perdurado intactas hasta nuestros días.
Sí, hemos de confesarlo. Visitar nuestras comarcas en busca de las mejores pastelerías y dulces es una de nuestras debilidades. ¡Pero es que hay para todos los gustos! Una buena manera de coger fuerzas mientras paseas por los pueblos de la Cerdanya es picar algunos cerdans, unas pastas dulces hechas con avellanas enteras y un toque de anís y canela que se pueden comprar en bolsitas en las pastelerías de la zona, por ejemplo, en la Gil de Llívia.
En las montañas del Ripollès, en cambio, hablar de dulce es hablar de Birba. Los productos que elaboraban a finales del siglo xix gustaron tanto a los turistas barceloneses que tuvieron que crear unos que fueran fáciles de transportar: las galletas, elaboradas a base de azúcar y almendra. Hoy en día siguen utilizando la fórmula tradicional: naturales, sin conservantes ni aditivos.
Si es domingo y das una vuelta por la Garrotxa, ponte a la cola de Can Carbasseres, en Olot. Allí elaboran el entorxat, conocido también como la roda de la fortuna, un roscón redondo de anís y matalahúva, legado de los judíos que vivían en la villa y que ahora disfrutan sobre todo los ahijados cuando se los regalan sus padrinos el Domingo de Ramos.
En el Alt Empordà, no te pierdas los taps de Cadaqués, unos pastelitos en forma de tapón hechos con azúcar, huevos y harina y empapados en almíbar, ideales para merienda. Aunque si es tiempo de Cuaresma y andas casualmente por Figueres, pide buñuelos, aromatizados con ralladura de limón, matalahúva, anís o aguardiente, con forma de rosquilla y cubiertos de azúcar. Se dice que son una invención de los antiguos frailes ampurdaneses y son irresistibles si los acompañas con un vino de garnacha de la DO Empordà.
Totalmente diferente es el bisbalenc, un hojaldre alargado, cubierto de piñones y relleno de cabello de ángel que comparte fama con la cerámica de la villa del mismo nombre en el Baix Empordà. Lo tienes en la Pastisseria Sans, donde lo creó Modest Sans a su regreso de París en 1927. ¡Nos unimos a Dalí y Pla cuando cantaron sus excelencias! Si te puedes escapar a Calella de Palafrugell a escuchar habaneras mientras se hace un ron quemado, completarás la experiencia.
Los más chocolateros deben pasar por el Pla de l’Estany, donde encontrarán la fábrica de Chocolates Torras, que, fundada por Dolors Torras en 1890, exporta desde Cornellà de Terri a todo el mundo. Podrás visitarla y llevarte algunos de sus productos a casa. El problema será elegir entre las más de cien variedades, algunas tan originales como el chocolate con bayas de goji o con algas y flor de sal negra.
Puede que hayas probado los chuchos en otros lugares, pero si estás en Girona tienes que probar el auténtico. Esta masa dulce rellena de crema, enrollada, frita y cubierta de azúcar nació aquí hacia 1918, parece ser que bajo el consejo de un pastelero francés. Dicen que los mejores los hacen hoy día en Can Castelló. Antes de irte de la ciudad, sin embargo, debes pasarte por cualquiera de los establecimientos del universo de Jordi Roca, elegido hace unos años como el mejor pastelero del mundo: la heladería Rocambolesc y el obrador y la chocolatería de Casa Cacao. ¡Seguro que saldrás con la bolsa bien cargada!
Si también deseas un recuerdo dulce para llevarte a casa, pasa por la Selva y entra en el Museo Trias de la Galleta de Santa Coloma de Farners. Desde hace más de un siglo elaboran un surtido de galletas con una misma receta de almendras, azúcar, huevos y harina, pero con una variedad de nombres, sabores y formas que harán que le cueste decidir: tejas, barrets de capellà, torpedos, virolets, crocants, almendrados y pralinets. Con una copita de ratafía, ¡serán un recuerdo imborrable!